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miércoles, 26 de marzo de 2008

ERPI: Comenzo la Revolucion.

■ No vamos a esperar hasta 2010 para hacer la revolución, ya la comenzamos, advierten

En respuesta a los ataques del gobierno, indígenas se suman a la lucha del ERPI
■ Anuncian que defenderán el petróleo y todos los recursos naturales

■ Denuncian que el gobierno de Felipe Calderón ha empeorado la situación en la Montaña de Guerrero

Sergio Ocampo Arista (La Jornada)

En algún lugar de la Montaña de Guerrero los miembros del ERPI comunicaron a La Jornada sus posiciones ante las actuales condiciones políticas del país

Montaña de Guerrero, 24 de marzo. Decenas de indígenas anunciaron su integración al Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI) y advirtieron que “no vamos a esperar hasta 2010 para hacer la revolución en Guerrero; aquí en la Montaña ya la estamos haciendo. Desde aquí vamos a defender el petróleo y nuestros recursos naturales. Con acciones combativas vamos a exigir maestros, médicos y hospitales, ya no le creemos a ningún partido político, ni al gobernador Zeferino Torreblanca ni a Felipe Calderón”, afirmó el miliciano indígena Ramón.

En entrevista con La Jornada, cinco años después de la anterior entrevista concedida por la dirigencia nacional del ERPI –la cual se realizó en diciembre de 2003–, el miliciano Rodolfo demandó que no se pretenda inmiscuir a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) ni con las organizaciones revolucionarias que actúan en México y, sobre la pretensión del gobierno federal de privatizar Pemex, advirtió: “desde aquí, a nuestro modo, vamos a defender el petróleo y en general todos los recursos naturales”.

Unos 30 indígenas participaron en la entrevista, aderezando con comentarios las respuestas y a veces sólo asintiendo. Pero eran más de 50 los que se apostaron no muy lejos, en los alrededores del monte en el que se llevó a cabo el encuentro. Algunos caminaron más de 12 horas desde sus comunidades para llegar a este lugar.

Sin uniforme militar, pero encapuchados y armados con escopetas y machetes, a diferencia de otras ocasiones en que aparecen portando rifles AK-47, hablaron de sus problemas con un discurso directo, y anunciaron también la conformación de columnas guerrilleras integradas exclusivamente por indígenas de la Montaña de Guerrero. En esta ocasión no asistió ninguno de los comandantes de la región, solo dos jóvenes responsables del trabajo.

Los pueblos indígenas de la Montaña por lo general se organizan según sus usos y costumbres, y por lo regular hablan sólo las personas mayores, los ancianos. Don Ramón, indígena de unos 64 años, machete en mano explicó cómo decenas de pueblos indígenas han optado por integrarse al ERPI: “gracias por venir hasta tan lejos para ver la pobreza en que nos tienen los gobiernos de México; queremos decir que aquí estamos reunidos la organización del ERPI, debido a que nuestros gobiernos siempre han sido sordos hacia los pueblos indígenas. Desde hace muchas décadas no nos toman en cuenta, y por eso estamos empezando la revolución”.

Por eso la organización del ERPI “planteamos que ya no podemos esperar más, pues ya es demasiado tarde; ésa es la mira de nosotros. Para nosotros los indígenas de la Montaña de Guerrero ya no existe otro camino más que la revolución, ya anduvimos buscando por todos lados el camino que se debe proseguir para que se den derechos a los indígenas, pero por la vía pacífica no se ha podido nunca, al contrario, día con día se pone más difícil la situación”.

Los castigos que recibe “la raza indígena” en toda la República Mexicana “no los manda Dios, sino que los aplican los gobernantes; ese es por un lado, por otro, el gobernador Zeferino Torreblanca se hizo perredista al principio, y luego dijo que no dependía de ningún partido, luego se supo que andaba con Acción Nacional; sabemos que hay países que apoyan a México para combatir la pobreza, pero cuando reciben los apoyos el gobierno mexicano los almacena; ya en las campañas los regalan a la ciudadanía para recibir votos”.

“Hoy estamos reunidos para resolver nuestros problemas. Estamos analizando por qué inició la revolución de 1910, y llegamos a la conclusión que porque el gobierno se portó mal. Decimos por eso que vivos o muertos vamos a decidir por el camino de la revolución, porque ya no queremos oír más discursos. Los soldados no son hijos de los ricos sino de la gente pobre, y al rato, cuando suceda algo (la revolución), creemos que ellos nos van a apoyar, por eso hacemos un llamado a todos los indígenas de todo el país a que se sumen al ERPI, porque ya declaramos la revolución, ya han pasado muchos años, la raza indígena sabe que nuestro México es de los pobres.”

Más reservado, Rodolfo, que aunque no lo dijo pareciera ser el responsable de esta zona en la que tiene presencia el ERPI, narró el trabajo que desarrolla la organización desde hace varios años: “en mi caso llevo seis años por acá, pero antes, cuando trabajábamos como Ejército Popular Revolucionario (EPR), y mucho antes, ya los pueblos se estaban organizando, inclusive desde la época del comandante Genaro Vázquez Rojas”.

Señaló que la gente se ha sumado por comunidades enteras al ERPI, debido a la represión, “a la presencia de los militares, de los grupos paramilitares, del encarcelamiento de los dirigentes indígenas, de la represión a la policía comunitaria, la migración, el saqueo de la madera, la falta de 83 maestros y escuelas, de médicos y hospitales; por eso la gente en la Montaña se está organizando por la vía de las armas.

“Con el gobierno espurio de Felipe Calderón la situación se ha complicado; en lugar de que mande recursos o proyectos, envía militares y pretende comprar helicópteros y armas sofisticadas en el contexto del Plan Mérida, no para combatir el narcotráfico, sino a los movimientos armados y a las organizaciones sociales que luchan contra la pobreza. (Ratificó que en la zona de la Montaña ya se integraron columnas con milicianos indígenas.) Nosotros vemos bien el trabajo del subcomandante Marcos con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas. En algunas cosas hemos compaginado con sus métodos, su trabajo está bien estructurado y las acciones que realizan les está dando resultados. Él plantea el poder popular desde abajo y nosotros también, y lo hacemos con todas las poblaciones a diario”.

El ERPI da cursos de todo tipo. “Ya se integraron varias columnas indígenas, y todavía estamos en un largo proceso de integración; los pueblos siempre verán bien a la gente que esté con ellos y les respete sus costumbres y tradiciones”.

Con relación a los grupos paramilitares expresó: “sabemos que ya hay células de grupos paramilitares en Metlatónoc y en otras zonas de la Montaña, o en la Tierra Caliente, Costa Chica y Costa Grande. Aquí en la Montaña hemos dicho a esa gente que no puede matar a sus mismos hermanos, hemos tratado de dialogar con ellos que no entienden razones, y que están entrenados por el ejército, pero también no vamos a aceptar que esas personas crezcan y nos maten a los compañeros indígenas y a los dirigentes de las organizaciones, porque nosotros vamos a responder.

“Al gobierno federal decimos que no vamos a permitir que masacren a las poblaciones y rechazamos que se quiera involucrar a la UNAM con la guerrilla de las FARC, y que ahora se empiece a reprimir al estudiantado tratando de inmiscuir a los estudiantes de otras instituciones educativas del país con las organizaciones revolucionarias”.

Del conflicto interno del Partido de la Revolución Democrática (PRD) señaló que el ERPI se ha mantenido al margen. “Sabemos que las bases son pura gente pobre, que a veces ni entienden por qué están en los partidos. Vemos que el sistema ha metido mucho las manos por medio de las corrientes políticas; por ejemplo, decía Jesús Ortega que Alejandro Encinas representa la época pasada, nosotros vemos que los partidos no van a ser la opción nunca, pero vemos también cómo el gobierno de Felipe Calderón metió las manos para dividirlos. Aquí en la Montaña esa división perjudicó a los indígenas, está claro que los partidos no van a resolver el problema jamás.”

El gobierno panista de Felipe Calderón “es muy represivo desde el momento en que ocupó el poder. Hay más carestía, masacres entre los grupos de narcotraficantes y lo mismo sucede con Zeferino (Torreblanca); la cosa está igual, se asemejan porque pareciera que tienen la misma estructura, al entrar como gobierno junto con Chavarría (el secretario de gobierno de Guerrero que políticamente viene de la izquierda) han reprimido a los estudiantes de Ayotzinapa, a los dirigentes sociales. Nosotros como ERPI sabemos que Zeferino es el represor y el empresario que siempre ha apostado a enriquecerse más. Reprimió a los maestros en Acapulco y ahora entró con mano dura. Respetamos a las bases que decían que iban a apoyarlo, pero ahí están las consecuencias”.

Apenas en octubre pasado, el padre Antolín Casarrubias, vicario general de la diócesis de Tlapa, declaró a La Jornada que “la marginación y la miseria en que viven los pueblos indígenas de la Montaña de Guerrero podría propiciar un estallido social de incalculables consecuencias. No es posible que, por ejemplo, el Hospital del Niño y la Madre funcione a medias, únicamente con medicina preventiva”, advirtió en esa ocasión.



¡TODO EL PODER AL PUEBLO!

San Romero de America. A 28 años de su asesinato.





San Romero de America.wma


Trazar un recorrido por la vida de Óscar Arnulfo Romero supone adentrarse en uno de los periodos más convulsos de la historia de su país, El Salvador, y de toda América Latina. En los años en los que Monseñor Romero desarrolló de manera más intensa su actividad religiosa, entre 1966 y 1980, el incremento de movimientos comunistas de campesinos en toda Latinoamérica (que se vio favorecido sin duda por el ejemplo de la revolución cubana del 59) y el compromiso de un sector importante de la Iglesia Católica con los más pobres, iniciado en el Concilio Vaticano II y ratificado en la Conferencia de Obispos Latinoamericanos de Medellín de 1968, chocaron de pleno con unos gobiernos opresores, surgidos a menudo de golpes de estado y apoyados en buena medida por Estados Unidos, cuyos intereses en la zona eran mucho más económicos que humanitarios.

Óscar Arnulfo Romero nació en Ciudad Barrios (San Miguel) el 15 de agosto de 1917. Fue el segundo de los 8 hermanos de una modesta familia. Su padre, Santos, era empleado de correo y telegrafista y su madre, Guadalupe de Jesús, se ocupaba de las tareas domésticas. El Salvador era por entonces un país de relativa prosperidad económica (gracias al cultivo y exportación de café) pero dominado por un poder oligárquico que mantenía oprimida a la población campesina.

Desde pequeño, Óscar fue conocido por su carácter tímido y reservado. A muy corta edad tuvo que interrumpir sus estudios debido a una grave enfermedad, de manera que a los 12 años trabajaba ya como aprendiz en una carpintería. Su ingreso en el seminario menor de San Miguel tiene lugar en 1931. Allí permaneció durante 6 años hasta que tuvo que interrumpir de nuevo sus estudios, esta vez para ayudar a su familia en unos momentos de dificultad económica. Durante tres meses trabajó con sus hermanos en las minas de oro de Potosí por 50 centavos al día.

En 1937 Óscar ingresa al Seminario Mayor de San José de la Montaña en San Salvador. Siete meses más tarde es enviado a Roma para proseguir sus estudios de Teología. Es ordenado sacerdote el 4 de abril de 1942 y continúa en Roma un tiempo con el fin de iniciar una tesis doctoral que pretende orientar hacia la mística o la teología ascética, pero la guerra europea le impide terminar los estudios y se ve obligado a regresar a El Salvador.

Su labor como sacerdote comienza en la parroquia de Anamorós, trasladándose poco después a San Miguel, donde durante 20 años realiza labor pastoral: impulsa movimientos apostólicos como la Legión de María, los Caballeros de Cristo o los Cursillos de Cristiandad; desarrolla obras sociales como "Alcohólicos anónimos" o Cáritas; promueve la construcción de la Catedral de San Miguel y favorece la devoción a la Virgen de la Paz. En esos años, su trabajo es el de un sacerdote dedicado a la oración y la actividad pastoral, pero todavía sin un compromiso social evidente. Mientras, el país vive sumido en un caos político: se suceden los golpes de estado en los que el poder queda casi siempre en manos de los militares.

En 1966 Monseñor fue elegido Secretario de la Conferencia Episcopal de El Salvador. Comienza así una actividad pública más intensa que viene a coincidir con un periodo de amplio desarrollo de los movimientos populares que se manifestaría de forma evidente apenas un año más tarde con la primera huelga general obrera.

Su nombramiento como obispo auxiliar de Monseñor Luis Chávez y González, en 1970, no fue bien visto por los sectores más renovadores: Monseñor Chávez y González y Monseñor Rivera (también obispo auxiliar) estaban impulsando los cambios pastorales que el Vaticano II y la Conferencia de Medellín de 1968 exigían para el desarrollo de una nueva forma de entender el papel de la Iglesia Católica en América Latina y los planteamientos de Monseñor Romero, nombrado además director del periódico Orientación, eran todavía muy conservadores. Además, su labor como rector del Seminario Mayor San José de la Montaña, que desde 1915 había sido dirigido por los jesuitas, resultó un fracaso en la gestión económica, por lo que el seminario debió ser cerrado.

Nombrado Obispo de la Diócesis de Santiago de María, se traslada a la misma en diciembre de 1974. El contexto político se caracteriza sobre todo por una especial represión contra los campesinos organizados. En junio de 1975 se producen los hechos de Tres Calles: la Guardia Nacional asesina a 5 campesinos. Monseñor Romero llega a consolar a los familiares de las víctimas y a celebrar la misa. No hace una denuncia pública de lo ocurrido, como le habían pedido algunos sectores, pero sí envía una dura carta al presidente Molina.

El nombramiento de Monseñor Romero como arzobispo de San Salvador, el 23 de febrero de 1977, es una sorpresa negativa para el sector renovador, que esperaba el nombramiento de Monseñor Rivera, y una alegría para el gobierno y los grupos de poder, que ven en este religioso de 59 años un posible freno a la actividad de compromiso con los más pobres que estaba desarrollando la Arquidiócesis.

Sin embargo, un hecho ocurrido apenas unas semanas más tarde, que se revelará decisivo en la escalada de violencia sufrida en El Salvador, va a dejar clara la futura línea de actuación de Romero: el 12 de marzo es asesinado el padre jesuita Rutilio Grande, hombre progresista que colaboraba en la creación de grupos campesinos de autoayuda y buen amigo de Monseñor. El recién electo arzobispo insta al presidente Molina para que investigue las circunstancias de la muerte y, ante la pasividad del gobierno y el silencio de la prensa a causa de la censura, amenaza incluso con el cierre de las escuelas y la ausencia de la Iglesia católica en actos oficiales.

La postura de Óscar Romero, cada vez más "peligrosamente" comprometida con el pueblo, comienza a ser conocida y valorada por el contexto internacional: el 14 de febrero de 1978 es nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Georgetown (EE.UU); en 1979 es nominado al Premio Nobel de la Paz y en febrero de 1980 es investido Doctor Honoris Causa por la Universidad de Lovaina (Bélgica). En ese viaje a Europa visita a Juan Pablo II en el Vaticano y le transmite su inquietud ante la terrible situación que está viviendo su país.

En efecto, en 1980 El Salvador vivía una etapa especialmente violenta en la que sin duda el gobierno era uno de los máximos responsables. La Iglesia calcula que, entre enero y marzo de ese año, más de 900 civiles fueron asesinados por fuerzas de seguridad, unidades armadas o grupos paramilitares bajo control militar. De todos era sabido que el gobierno actuaba en estrecha relación con el grupo terrorista ORDEN y los escuadrones de la muerte.

Apenas llegado de su viaje, el 17 de febrero, el arzobispo Romero envía una carta al presidente Carter en la que se opone a la ayuda que EEUU está prestando al gobierno salvadoreño, una ayuda que hasta el momento sólo ha favorecido el estado de represión en el que vive el pueblo. La respuesta del presidente estadounidense se traduce en una petición al Vaticano para que llame al orden al arzobispo. Sin embargo, en otros países continúa el reconocimiento a la labor de Romero: por esas mismas fechas, recibe el premio de la Paz de Acción Ecuménica Sueca.

El cerco se cierra: a fines de febrero, Héctor Dada, miembro de la Segunda Junta de Gobierno de El Salvador, informa a Monseñor de que tiene conocimiento de amenazas de muerte contra su propia persona y contra el Arzobispo; Romero recibe también un aviso de amenazas de similar seriedad por parte del Nuncio Apostólico en Costa Rica, Monseñor Lajos Kada y a comienzos de marzo es volada una cabina de locución de la emisora YSAX, La Voz Panamericana, que transmitía sus homilías dominicales. Los días 22 y 23 de marzo, las religiosas que atienden el Hospital de la Divina Providencia, donde vive el Arzobispo, reciben llamadas telefónicas anónimas que lo amenazan de muerte. Finalmente, el 24 de ese mismo mes, Óscar A. Romero es asesinado por un francotirador mientras oficia misa en la Capilla de dicho Hospital.

Los funerales, celebrados en la Catedral Metropolitana de San Salvador el 30 de Marzo de 1980, se convirtieron en una batalla campal en la que las fuerzas de seguridad acometieron contra miles de salvadoreños concentrados en la plaza de la catedral, entre los que se encontraban miembros del Bloque Popular Revolucionario. El resultado: más de 40 muertos y doscientos heridos.

Tal como denuncia el Informe de la Corte Interamericana de Derechos Humanos , el gobierno no realizó ninguna investigación exhaustiva sobre el asesinato del arzobispo Romero. Roberto D'Aubuisson, líder de los escuadrones de la muerte y antiguo miembro de la Guardia Nacional de Somoza, fue arrestado en mayo de ese mismo año y, a pesar de las pruebas que lo implicaban tanto en el asesinato de Monseñor como en la conspiración para realizar un golpe de estado, fue puesto en libertad con el beneplácito del ministro de Defensa. Cuatro años más tarde, el embajador Robert White declaró ante un comité del congreso que existían pruebas suficientes para afirmar "más allá de cualquier duda razonable" que D'Aubuisson había planeado y ordenado el asesinato, aunque este nunca fue procesado.

Al asesinato de Monseñor le siguieron otros actos de violencia terribles contra una Iglesia comprometida con el pueblo salvadoreño, como la violación y asesinato de tres monjas y una seglar estadounidenses el 2 de diciembre de 1980 o el asesinato de seis sacerdotes jesuitas por escuadrones de la muerte en noviembre de 1989. Dichos actos se insertaron en un periodo convulso de enfrentamiento entre el poder represor y las guerrillas del FMLN que se prolongaría durante más de una década.



¡TODO EL PODER AL PUEBLO!