El 68, del pleito callejero a la lucha por las libertades democráticas
Gustavo Castillo García
Hoy hace 40 años un enfrentamiento entre grupos de estudiantes de bachillerato, infiltrados por pandilleros y provocadores con nexos políticos, seguido de una violenta represión policial, fue el detonante del mayor movimiento estudiantil en la historia de México.
Los sucesos de los días 22 y 23 de julio de 1968 convirtieron las consecuencias de un pleito callejero entre estudiantes en demandas democráticas, entre ellas diálogo público, libertad para los presos políticos, desaparición del cuerpo de granaderos, destitución de jefes policiacos, derogación de los artículos 145 y 145 bis del Código Penal Federal, relacionados con el delito de disolución social, e indemnización a familiares de muertos y heridos.
El 22 de julio, alumnos de las vocacionales 2 y 5 del Instituto Politécnico Nacional (IPN) apedrearon la preparatoria Isaac Ochoterena, incorporada a la Universidad Nacional Autónoma de México. Reportes de la Secretaría de Gobernación de aquella época refieren que más de 30 vidrios de la fachada quedaron destrozados, al igual que varios vehículos.
Luego de lapidar la fachada de la preparatoria privada, los alumnos de las vocacionales regresaron a sus escuelas.
Hechos como éstos ya habían ocurrido meses antes, propiciados por el antagonismo entre estudiantes, y se habían desarrollado ante la pasividad de la policía, refieren documentos del Archivo General de la Nación, de los cuales tiene copia La Jornada.
Al día siguiente volvieron a enfrentarse los estudiantes de la preparatoria Isaac Ochoterena y de las vocacionales 2 y 5, pero esta vez se infiltraron grupos de pandilleros y los azuzaron para que luego, con palos y piedras, encararan a 200 granaderos en distintos puntos de las colonias Juárez y Centro, en la delegación Cuauhtémoc. La violencia duró más de tres horas.
Además de la participación de pandilleros, versiones periodísticas de la época refieren que a la Ciudadela “llegaron camiones de la línea San Ángel Inn a la calle de Tolsá, con algunos individuos uniformados con el beige que usan los alumnos de secundaria, los cuales lapidaron la escuela vocacional número 2, que estaba en plenas labores docentes”. De este grupo de vándalos ya no se supo más.
Para entonces, el coronel Manuel Díaz Escobar –quien años más tarde alcanzaría notoriedad al ser denunciado como el jefe de los halcones, grupo que el 10 de junio de 1971 reprimió otra manifestación estudiantil– ya se desempeñaba como subdirector de Servicios Generales en el Departamento del Distrito Federal (DDF), y según las tarjetas DFS 26-02-68 L 54 H 316-318 y DFS 26-02-68 L 54 H 316-318, este militar tenía a su cargo grupos de provocadores.
Documentos elaborados por la Procuraduría General de la República (PGR) señalan que, además de las pandillas Los Araños y Los Ciudadelos, los porros Alfonso Torres Saavedra, El Johnny, y Sergio Romero, El Fish, azuzaron la gresca entre los estudiantes y después el enfrentamiento con los granaderos, el cual se extendió de la Plaza de la Ciudadela a las calles de Bucareli, Versalles, Tres Guerras, Abraham González y Lucerna.
Informes obtenidos de la PGR mediante una solicitud de información pública, que tienen soporte en la ficha DFS 26-02-68 L54 H316-318, indican que desde 1967 la función de El Fish “era mantener un sistema de información sobre lo que acontecía en los medios universitarios. Más tarde comenzó a trabajar como secretario particular del Sr. Alberto Lanz, jefe de la Oficina de Prensa y Publicidad del Departamento del Distrito Federal, aunque en realidad dependía del teniente coronel Manuel Díaz Escobar, subdirector de Servicios Generales”.
En ese contexto, reportes de los agentes identificados con las iniciales FHO, JHT, IFS, JAJC y RLS, de la Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales, dan cuenta del seguimiento oficial del conflicto, documentos que se citan textualmente a continuación.
“10:15 horas: Alumnos de la preparatoria particular maestro Isaac Ochotorena, ayudados por alumnos de la Preparatoria número 4 de la Universidad fueron a apedrear la Vocacional número 2 del Instituto Politécnico Nacional. Hasta el momento no se han registrado actos sangrientos.
“10:20: En este momento está llegando un cuerpo de granaderos y les quitan palos y piedras a los alumnos, y ya se están retirando los de la Preparatoria número 4.
“10:25: Alumnos de la escuela Isaac Ochoterena llegaron hasta la escuela Vocacional 2, lapidando el edificio y 30 cristales, retirándose ante la salida de los estudiantes de dicho plantel y refugiándose en el local de la escuela incorporada antes mencionada.
“10:40 horas: Los profesores del plantel intervinieron para hacer volver a los alumnos al interior del edificio escolar.”
Un segundo informe, obtenido del archivo documental de la PGR, elaborado el 23 de julio de 1968 por los mismos agentes, refiere:
“10:15 horas: En las calles de General Prim y Bucareli, un grupo de estudiantes de la Vocacional número 2 se apedrearon con granaderos y éstos les dispararon tres granadas de gases.
“10:16 horas: Los granaderos tratan de dispersar a los estudiantes de la Vocacional número 2 con gases lacrimógenos, después de haber tenido el encuentro con los estudiantes.
“11:45: En las calles de Abraham González y Lucerna se apedrearon granaderos y estudiantes, y en la esquina de General Prim y Bucareli a tres agentes de la Dirección Federal de Seguridad los estudiantes les quitaron los rollos de las cámaras fotográficas que éstos portaban. En estos momentos están poniendo una barricada en las calles de Lucerna y Bucareli, para impedir el paso a los granaderos.
“Los granaderos rescataron de un grupo de la Vocacional número 2 a un estudiante de la Preparatoria número 9. Hasta el momento siguen de un lado para otro en la periferia”, señalaba el informe.
El libro blanco de la PGR
La versión oficial de lo acontecido, que aparece en el libro blanco del 68, de la PGR, es que la policía no agredió a estudiantes y que “la directora de la escuela preparatoria (Isaac Ochoterena) solicitó que interviniera la policía, y al presentarse en el lugar un compañía del cuerpo de granaderos, éstos fueron fieramente agredidos a pedradas por alumnos”.
Sin embargo, notas periodísticas de esa fecha mencionan que los directores de las vocacionales 2 y 5, Alberto Covarrubias y Enrique Palomeque, respectivamente, así como César Palafox, subdirector de la preparatoria Isaac Ochoterena, solicitaron a los policías que cesaran la represión (El Universal, 24/6/68).
Pero las peticiones de los directivos de detener los golpes y toletazos contra los estudiantes no fueron escuchadas. Aun más, los 200 granaderos fueron reforzados por miembros del 19 batallón de esa agrupación, bajo el mando del capitán Manuel Robles, y 25 hombres del área de servicios especiales, encabezada por el mayor Celso Piña Zúñiga. Se ordenó lanzar bombas de gas lacrimógeno contra las escuelas.
Posteriormente, las escuelas vocacionales fueron invadidas por los policías que, una vez dentro, golpearon a estudiantes, profesores y empleados.
Tres días más tarde, el 26 de julio, tendrían lugar dos movilizaciones, una de ellas en protesta por el allanamiento policiaco a las escuelas del IPN y otra para conmemorar el 15 aniversario de la Revolución Cubana. Nuevamente los granaderos realizaron una desmedida represión, cuyas consecuencias serían el origen del movimiento estudiantil de 1968.
¡TODO EL PODER AL PUEBLO!
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miércoles, 23 de julio de 2008
La represión fue catalizador del movimiento estudiantil del 68.
Publicado por Hugo en 15:23 0 comentarios
José Rosario Cebreros: “Nos querían para Los Halcones”.
Elia Baltazar.Excelsior.
Luego de 40 años de silencio, revela cómo el gobierno ofreció armarlo para ir en contra del movimiento del que fue excluido, acusado de asesino, aquél detonado un 22 de julio, como hoy, pero de 1968Durante 40 años, José Rosario Cebreros guardó silencio. Pero hoy ha decidido corregir la historia y aclarar el papel que desempeñó durante el movimiento estudiantil de 1968, cuando era presidente de la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos (FNET), del Instituto Politécnico Nacional, organización que se convirtió en blanco de ataques por su presunta colaboración con el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, su sometimiento a políticos y autoridades de la época y su supuesta relación con los porros.
En la historia del movimiento estudiantil del 68, la FNET ha llevado a cuestas el desprecio de quienes aseguran que operó en favor de las autoridades y en contra de los estudiantes. Cuestionado siempre su papel en aquella etapa, la federación finalmente desapareció al cabo de aquel turbulento año. Hoy, el último de sus presidentes reconstruye los episodios más importantes de aquella etapa, desde su papel como líder de una fracción estudiantil que, dice, también fue víctima del autoritarismo, la manipulación y el chantaje gubernamentales.
José Rosario Cebreros, El Chayo Cebreros, como lo conocían entonces, habla de los métodos de control priista sobre la FNET, la inquina anticomunista de la época, la represión contra líderes estudiantes de la FNET y revela un episodio del movimiento estudiantil de 1968, hasta ahora desconocido, que refuerza el argumento de la represión provocada y la operación de Los Halcones desde ese año.
“A la FNET la querían para formar Los Halcones. Nos ofrecieron armas y entrenamiento, en una reunión en la casa del director de la Vocacional 2, Alberto Camberos López, allá por Lindavista, donde estuvo también el entonces joven militar Manuel Díaz Escobar. Esto fue a finales de julio o principios de agosto, cuando los estudiantes habían tomado las escuelas, en la primera etapa del movimiento.”
Pero hay que retroceder al inicio de la historia, para comprender su testimonio y la relevancia de éste.
Cebreros fue elegido presidente de la Federación Nacional de Estudiantes Democráticos en diciembre 1967. Toda su vida de estudiante estuvo relacionado con esta organización.
Originario de Sinaloa, Cebreros se involucró en política estudiantil desde el segundo año de la prevocacional, que cursaba en su tierra natal. Desde entonces formó parte de la FNET y comenzó su relación con los políticos de la época, entre ellos el entonces presidente Adolfo López Mateos. “Con él convine que en el viaje inaugural del ferrocarril Chihuahua-Pacífico se ofreciera como premio a los alumnos con mejor promedio de las escuelas técnicas del país y aceptó”.
Cebreros llegó a la presidencia de la FNET en diciembre de 1967, luego de ser presidente de la sociedad de alumnos de su escuela.
-¿Se votaba el nombramiento?
-Claro. Se citaba a congreso una vez al año, al que asistían presidentes y secretarios generales de la federación, quienes votaban el nombramiento.
Los acuerdos tomados en cada congreso pasaban por las manos del Presidente en turno. “Cada año se entregaba un pliego petitorio al Presidente. Él decidía qué sí y qué no. Luego se llevaba a la asamblea la respuesta presidencial”.
Tan cercana era la relación de la FNET con los presidentes, que en persona le hacían solicitudes y trataban los temas de los estudiantes. “Cuando iba con el presidente Díaz Ordaz, me decía: Cebreros, ya le di camiones para las escuelas, becas, viajes, pero usted qué quiere. Y le decía: que me siga recibiendo. Yo no pedía nada para mí, porque yo ya tenía mi beca de 300 pesos del Poli, que me habían dado desde la prevocacional, y un lugar donde vivir y comer en el pentatlón deportivo”.
Esa relación con el poder se convirtió en el huevo de la serpiente para la FNET, atrapada en los intereses de grupos políticos del PRI con influencia en el IPN. “Nos tachaban de derechistas, de gobiernistas, decían que éramos porros. Nada de eso. No éramos porros. Nunca lo fuimos. Pudo haber grupitos que llegaron a la federación, como no queriendo la cosa, que cobraban aquí y allá. Era su asunto”.
La FNET, además, era un espacio plural, afirma: había priistas, comunistas, de todo, dice. Lo cierto, sin embargo, es que el dominio lo ejercía el PRI.
Pero llegó julio del 68. La pelea entre vocaciones y la Isaac Ochotorena en la Ciudadela, la entrada de los granaderos a la Vocacional 5, la refriega del 26 de julio. La huelga en el poli. La represión.
“Echeverría les dijo a los periódicos que nosotros habíamos provocado la intervención de los granaderos (el 26 de julio), que yo les había echado a la policía, y esta versión impregnó el movimiento. Me convertí en Cebreros asesino, Cebreros vendido”.
El clima adverso devino en agresiones. “A principios de agosto, (activistas del movimiento) tomaron la sede de la federación, quemaron los archivos. Yo tuve que salir escondido en la cajuela de un auto porque ya había antecedentes de secuestros de jóvenes de la FNET, a quienes humillaban: los desnudaban y ridiculizaban”.
En el Consejo Nacional de Huelga no los admitieron, se queja. “Pasaron por encima de nuestra representación. Instalaron los comités de lucha en las escuelas, sin tomar en cuenta que ya había sociedades de alumnos, donde estaban los mejores estudiantes. No eran porros, como decían. Si yo hubiera sido porro, me hubiera hecho de los mejores para hacerles frente en las escuelas. Pero no fue así. Ellos, en cambio, retomaron los puntos del primer pliego petitorio que formulamos nosotros y lo único que hicieron fue agregar la demanda de libertad a los presos políticos”.
Y por primera vez lo dice: a la FNET intentaron ponerle un revólver en las manos en contra del movimiento y ser —ahora lo comprende— la piedra de origen de Los Halcones, el grupo de choque cuya actuación se hizo pública en la represión del 10 de junio de 1971.
“El director de la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura, Karl Godoy, era nuestro contacto con el Presidente, el que se mantuvo en contacto con nosotros de parte de el gobierno, porque ni yo ni nadie de la FNET iba ya a visitar al Presidente. A tal grado que a veces me hablaba su jefe de ayudantes, un tal capitán Molina, y me decía: Oiga, Cebreros, con usted el Presidente no tiene ningún enfrentamiento. En todo caso, si lo hay, ustedes tienen la puerta abierta.
“Bueno, Karl Godoy y el director de la Vocacional 2, Alberto Camberos López, nos invitaron a una reunión en casa de este último, por ahí de finales de julio o principios de agosto. Allí estaban también Valentín Vallejo de Labra y un joven militar, el teniente coronel Manuel Díaz Escobar, entonces de 21 años. Cuando llegamos, lo primero que nos llamó la atención fue ver estacionados afuera de la casa tres camiones del ejército. Yo pensé: aquí nos van a agarrar. Pero luego pensé que no podían hacernos nada, porque éramos invitados de Godoy, el contacto con la Presidencia”.
Cebreros recuerda que en algún momento comenzaron a hablar de la situación en el Politécnico. “Nos dijeron que querían apoyarnos para recuperar las escuelas tomadas, que los de las huelgas estaban armados y nosotros como federación no teníamos otra posibilidad que recuperar las escuelas, pues eran el soporte de la organización. Nos dijeron: si la gente que tiene las escuelas no es de la federación, ustedes ya no son nada, y la única forma de que recuperen esos espacios es armándose con el material que les traemos, dijo Díaz Escobar.
“Entonces me preguntaron: qué opina, Cebreros. Las manos me sudaban entonces, como ahora. Atiné a agradecerle a Díaz Escobar su preocupación y luego pregunté si el Presidente tenía conocimiento de eso. Callaron”.
Cebreros se armó de valor, les dijo que le parecía inapropiada su proposición. Tronaron contra él: “¿Y el Presidente, el apoyo oficial, todo de lo que se han rodeado? Aquí no se trata de nuestro poder, les dijimos. En todo caso, si quieren que aceptemos esta propuesta, entonces necesariamente necesitamos hacer una asamblea general, invitarlos a ustedes para que presenten la propuesta en el seno de la organización, ¿cómo la ven?”
Se exasperaron con Cebreros. “Usted nos quiere exhibir y esto es un pacto de caballeros”. Él respondió: “Sí, señor, pero no estamos de igual a igual, ustedes son autoridad. Y los muchachos se van a matar solos, porque el que no conoce un arma se mata con ella misma. Y hasta de tiro al blanco se van a agarrar. Total, que les dijimos que no”.
Allí comprendió que todo había acabado para la FNET, que ya no tenían nada que esperar del sistema. Se trataba de una provocación y las cosas iban a llegar lejos, dice. “Querían sacrificarnos, echarnos la culpa a nosotros de los muertos y luego, seguro, desaparecernos porque podíamos exhibirlos. Y, claro, armaron a otros, eso vino después”.
Cebreros justifica su silencio de tantos años, por temor, pues dice que él y su esposa fueron víctimas de intimidaciones, aun luego del movimiento, cuando se fue a Ciudad Mante, Tamaulipas, a cumplir con su residencia.
“No me avergüenzo de nada. No me avergüenza no haber seguido al movimiento en sus términos (del Consejo Nacional de Huelga), a pesar de que nosotros lo habíamos iniciado, con la marcha y el pliego petitorio. Pero nosotros no nos habíamos formado como ellos. Sin embargo, nunca fuimos a romper huelgas ni agredimos a ningún muchacho, como hicieron ellos con nosotros. Nos acabaron. Si nosotros hubiéramos querido… a fin de cuentas nos habían ofrecido armas.”
A pesar de todo, afirma, “como pudimos apoyamos el movimiento”. El 2 de octubre, recuerda, a la Escuela de Medicina del Poli llegaron las ambulancias con heridos y muertos. Y “nosotros no permitimos que el Ejército se los llevara”.
José Rosarios Cebreros sólo quería evitar el enfrentamiento y defender al Politécnico, “porque teníamos sentido de institucionalidad”.
Luego de 40 años de silencio, revela cómo el gobierno ofreció armarlo para ir en contra del movimiento del que fue excluido, acusado de asesino, aquél detonado un 22 de julio, como hoy, pero de 1968Durante 40 años, José Rosario Cebreros guardó silencio. Pero hoy ha decidido corregir la historia y aclarar el papel que desempeñó durante el movimiento estudiantil de 1968, cuando era presidente de la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos (FNET), del Instituto Politécnico Nacional, organización que se convirtió en blanco de ataques por su presunta colaboración con el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, su sometimiento a políticos y autoridades de la época y su supuesta relación con los porros.
En la historia del movimiento estudiantil del 68, la FNET ha llevado a cuestas el desprecio de quienes aseguran que operó en favor de las autoridades y en contra de los estudiantes. Cuestionado siempre su papel en aquella etapa, la federación finalmente desapareció al cabo de aquel turbulento año. Hoy, el último de sus presidentes reconstruye los episodios más importantes de aquella etapa, desde su papel como líder de una fracción estudiantil que, dice, también fue víctima del autoritarismo, la manipulación y el chantaje gubernamentales.
José Rosario Cebreros, El Chayo Cebreros, como lo conocían entonces, habla de los métodos de control priista sobre la FNET, la inquina anticomunista de la época, la represión contra líderes estudiantes de la FNET y revela un episodio del movimiento estudiantil de 1968, hasta ahora desconocido, que refuerza el argumento de la represión provocada y la operación de Los Halcones desde ese año.
“A la FNET la querían para formar Los Halcones. Nos ofrecieron armas y entrenamiento, en una reunión en la casa del director de la Vocacional 2, Alberto Camberos López, allá por Lindavista, donde estuvo también el entonces joven militar Manuel Díaz Escobar. Esto fue a finales de julio o principios de agosto, cuando los estudiantes habían tomado las escuelas, en la primera etapa del movimiento.”
Pero hay que retroceder al inicio de la historia, para comprender su testimonio y la relevancia de éste.
Cebreros fue elegido presidente de la Federación Nacional de Estudiantes Democráticos en diciembre 1967. Toda su vida de estudiante estuvo relacionado con esta organización.
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La chispa que incendió Tlatelolco
Todo se inició en la Escuela Vocacional número 2 del IPN, hace 40 años, donde estudiantes rechazaron la agresión de un grupo de civiles, respaldados por granaderos, que después entraron a la voca 5.
Samuel Borrego Mora tenía 17 años en 1968. Estudiaba en la Escuela Vocacional número 2 del Instituto Politécnico Nacional, ubicada entre las calles Tolsá y Tres Guerras. El 19 de junio fue testigo de la primera chispa que daría forma al movimiento estudiantil. El preludio de lo que pasaría el 2 de octubre.
Ese día llegó a las 7:00 horas a la voca. Vivía en el Estado de México. Tenía una cita en el auditorio de la escuela, donde le informarían respecto al otorgamiento de una beca, que era una extensión de los beneficios obtenidos desde la prevocacional, debido a sus buenas calificaciones.
Dejó que corriera el tiempo. Nada anormal vislumbraba. A las 12:00, hora de la convocatoria, él y otros cinco becarios se apersonaron en el auditorio. De pronto escucharon algo de boruca y observaron a un grupo de jóvenes, denominados “porros”, que invitaban a irse de pinta al Bosque de Chapultepec.
Invitaron a Las Juanas, denominadas así las estudiantes de la Secundaria Técnica Sor Juana Inés de la Cruz, ubicada sobre calle Tres Guerras. Los dirigentes porriles, como siempre, tenían el propósito de “hacerse de provisiones” en los comercios vecinos
Y así pasó.
Y empezaron el acostumbrado recorrido por diversas misceláneas y vinaterías. En realidad era una táctica para chantajear a dueños de comercios; es decir, los dirigentes azuzaban a la caterva, que extraían refrescos, galletas, dulces, cervezas, etcétera, y más tarde los cabecillas se presentaban a “cobrar protección”.
— ¿Asaltaban y cobraban protección?
—Llevaban a los muchachos, que acarreaban todo lo que encontraban a la mano, y de esa forma ellos, los líderes, presionaban para cobrar protección a los dueños de los negocios —recuerda el hoy maestro de la ESIME.
Después del asalto a comercios, continuaron su ruta programada, cuadras adelante se detuvieron frente a la preparatoria particular Isaac Ochoterena, sobre Lucerna número 16, ahí provocaron una trifulca.
Los que iban a ser agredidos, más numerosos que los porros, respondieron, haciéndolos retroceder. Los politécnicos fueron por refuerzos y volvieron, pero esta vez encontraron pocos alumnos; arremetieron contra ellos y rompieron parabrisas de autos.
Y se dispersaron.
Llegó el lunes. Todo tranquilo. Aparentemente. El martes siguiente, no obstante, la bronca daría otro giro.
Llegó el martes 23. Samuel Borrego Mora había sido citado, igual que otros cinco estudiantes, a las 11.30. La idea era afinar los datos de su beca, que la escuela había prometido con la ayuda de la Ford Motor Company.
Pero se suspendió todo.
Y es que en ese momento, desde el auditorio, Borrego y su compañeros escucharon que afuera había un tremendo alboroto. Se asomaron por las rendijas de las ventanas, reforzadas por mallas metálicas, y pudieron observar un inusual bullicio, al mismo tiempo que escuchaban ruidos de cristales que se rompían.
Los seis estudiantes salieron a la calle, pues oyeron rumores de que habían sido atacados por alumnos de la prepa Isaac Ochoterena. Borrego Mora pudo asomarse a las calles Tolsá y Tres Guerras, incluso parte de Bucareli, y descubrió una barricada de granaderos, que abrían paso a los presuntos agresores, identificados con brazaletes blancos, y hasta que salió el último de ellos volvieron a cerrar filas.
Los estudiantes quedaron atrapados, frente a un piquete de granaderos que obstruían los accesos. Y surgió el primer choque.
Como eran más estudiantes que policías, los uniformados lanzaron gas lacrimógeno, al mismo tiempo que otros avanzaban, los estudiantes retornaron a la escuela, de cuya azotea empezaron a lanzar proyectiles, mientras que sus demás camaradas corrían a la vocacional número 5
El día 26, como protesta por la agresión policiaca, estudiantes del IPN realizaron una marcha.
Borrego Mora, quien percibe el hecho en un contexto de la época:
“Era la lucha plena por el poder en México y el surgimiento de grupos paramilitares, quién sabe si halcones, con técnicas para administrar el conflicto, el cual culminó con la llegada de Echeverría a la presidencia de la República”.
El ahora maestro de la ESIME, quien asegura que siempre estuvo al margen del movimiento estudiantil, también ubica a éste en la trama de lo que asimismo se percibía en otros países, como Francia.
Tiempo después, el edificio de la Escuela Vocacional número 2 se convirtió en la Comisión de Operación y Fomento de Actividades Académicas del IPN — “instancia encargada de promover y gestionar los donativos destinados a incrementar la cantidad de becas de los estudiantes de escasos recursos”. Entre un cúmulo de anuncios de la fachada hay una inscripción:
“Este edificio alojó durante muchos años a la Escuela Vocacional número 2 y fue escenario de uno de los episodios que desembocaron en el movimiento del 68. Actualmente resguarda también una librería y los talleres gráficos del Politécnico”.
Muy cerca de ahí continúa el tradicional mercado de artesanías de La Ciudadela. ¿Qué escuchaban o veían en aquella época los
comerciantes?
“Eran muchos jóvenes. Entraban por todas las puertas del mercado. Venían a esconderse en los hornos de vidrio soplado”, recuerda Teresa Pérez Herrera, quien tenía 22 años. “A unos se los llevaban las patrullas, que se estacionaban sobre Balderas; otros lograban escapar”.
Ella estaba con su esposo Francisco Olivares. “Sentíamos temor, pero no se metían con nosotros”, recuerda la señora, ahora de 62 años.
Su vecino José Ángel Zamora, de 64 años, dice que también eran interrogados por soldados que formaban retenes. “Ni siquiera nos imaginábamos la magnitud del problema”, evoca. “En las noches ya no salíamos, porque escuchábamos ráfagas de pistolas; pero se oían más tupidas después de las 23:00 horas”.
México • Humberto Ríos Navarrete. Milenio Diario
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El fantasma del comunismo presente en 1968
Documentos de la Dirección Federal de Seguridad dan cuenta del miedo que los gobiernos posrevolucionarios tenían al comunismo; toda protesta que se movía por el país era tildada de subversiva y, por ende. se justificaba la intervención del Ejército.
Por mucho tiempo, el comunismo fue una pesadilla para el gobierno mexicano: al que había que perseguir y desaparecer. Por eso, después del 22 de julio de 1968, cuando se da el primer enfrentamiento entre estudiantes no comunistas, su respuesta fue la represión. Después de 40 años de suscitada esa zacapela en las inmediaciones de la Plaza de la Ciudadela y de los hechos sucedidos el 2 de octubre de ese año, aún no hay justicia.
De nada han servido hasta hoy la recomendación (26/2001) emitida por la CNDH; un resolutivo dictado por la Suprema Corte dentro del Juicio de Amparo en Revisión 968/ 98 en el que se pide el esclarecimiento de lo ocurrido entre julio y octubre de 1968. Ni la creación del Programa Especial sobre Presuntos Desaparecidos, ni el nombramiento de un Fiscal Especial (Ignacio Carrillo Prieto) ni sus conclusiones: el gobierno “se salió del marco legal e incurrió en crímenes de lesa humanidad y violaciones al Derecho Humanitario Internacional”.
Documentos de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) dan cuenta de que no era la primera ocasión en que un gobierno reaccionaba de esa manera. En la huelga estudiantil del IPN, el 4 de marzo de 1942, el gobierno de Manuel Ávila Camacho argumentó que el movimiento era organizado por comunistas. En 1956 se repite la historia; lo mismo sucedió en 1961 y 1966 en la Universidad Nicolaita de Michoacán; 1967 en Sonora y 1968 en Tabasco.
En diversos documentos de la DFS el nombre del general José Hernández Toledo es mencionado como operador contra movimientos estudiantiles en diferentes puntos del país. Hasta su participación el 2 de octubre de 1968.
En su Informe Histórico a la Sociedad Mexicana de la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (FEMOSP/2006) da muestras de ponerle punto final a lo que oliera a comunismo.
Entre el 26 y 27 de julio de ese año hay operativos contra organizaciones comunistas, bajo el argumento de que se gestaba una “conjura internacional”, “un movimiento subversivo” y con las olimpiadas en puerta.
En uno de los documentos de la DFS se reporta que los acontecimientos de esa noche los preparó el PCM, tres años atrás. El secretario de Gobernación, Luis Echeverría señalaba “...directamente a los grupos comunistas que hay en México de haber propiciado estos desórdenes”.
Incluso, recuerda la Fiscalía, el gobierno atribuyó a la Central Nacional de Estudiantes Democráticos el descarrilamiento que sufrió el tren a Juárez. La DFS presentó una lista de estudiantes y profesores agitadores del IPN.
En mayo se acusó al PCM de acopio de armas.
La punta de la hebra: 22 de julio
La bronca suscitada este día entre los estudiantes de las vocacionales 2 y 5 contra estudiantes de la Preparatoria Isaac Ochoterena (incorporada a la UNAM) fue el inicio del 68.
Al día siguiente, estudiantes de las preparatorias 2 y 6 apedrean el edificio de la Vocacional 2 en la Ciudadela. Los de
la Vocacional 5 van en apoyo de ésta. Al lugar se presentan integrantes del 19 Batallón de Granaderos. La batalla campal fue inevitable.
Por la tarde del 26 de julio se realizaron dos marchas, para protestar por la represión del 23 de julio y para recordar el XV Aniversario de la Revolución Cubana. La policía reprime.
Entrada la noche, los estudiantes incendian dos camiones de pasajeros. Se refugian en azoteas de las escuelas y con proyectiles no dejan acercar a la policía. Ese 23 de julio hubo paros y barricadas. A partir del 27 de julio los enfrentamientos son frecuentes; el 29 se elabora el primer pliego petitorio.
La respuesta llegó con “desmedida fuerza militar”, segn la Femospe: la puerta de las preparatorias 1 y 3 es destrozada de un bazucazo. Los soldados ingresan a bayoneta calada a los planteles.
Hay operativos en la UNAM y el IPN. Era la madrugada del 30 de julio de 1968.
En señal de luto, la bandera se izó a media asta.
México • Francisco Mejía. Milenio Diario.
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lunes, 21 de julio de 2008
El 68 mexicano: del autoritarismo a la impunidad
A 40 años
■ La represión propició un cambio histórico en México
Gustavo Castillo García
En 1968, en la capital del país se desarrolló un gran movimiento estudiantil, el más importante de la historia de México, el cual estalló ante la intransigencia y la represión gubernamentales, y –mucho se ha argumentado al respecto– fue un parteaguas que transformó la historia nacional. La movilización creció a niveles insospechados. Para contener el creciente descontento, el gobierno sacó las tropas a la calle. El Ejército tomó Ciudad Universitaria e instalaciones del Instituto Politécnico Nacional (IPN).
En el ámbito político había una soterrada disputa entre el secretario de Gobernación, Luis Echeverría, y el jefe del entonces Departamento del Distrito Federal (DDF), Alfonso Corona del Rosal, por la candidatura del PRI a Presidencia de la República. Desde 1956 despachaba en la embajada de Estados Unidos –según analistas y varios ex agentes, ésta era la segunda en importancia en el mundo, después de la que operaba en la ex Unión Soviética, debido a la posición geoestratégica de México– un jefe de estación de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés), que era partidario de las dictaduras militares. Altos funcionarios gubernamentales se habían convertido en informantes de esa organización del espionaje estadunidense, entre ellos Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz, Fernando Gutiérrez Barrios y el propio Echeverría, de acuerdo con documentos desclasificados del gobierno de Estados Unidos.
El conflicto se inició en julio; de agosto a octubre el gobierno de México fue sacudido por las exigencias de jóvenes universitarios que clamaban por diálogo público, libertad para los pesos políticos y una reforma legislativa que derogara los artículos en que se sustentaba el delito de disolución social, entre otras demandas democráticas.
El 2 de octubre la represión alcanzó su punto máximo, cuando militares y francotiradores abrieron fuego contra miles de personas congregadas en un mitin en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco.
Esto se daba en el contexto de la guerra fría. Movimientos similares por mayores libertades habían ocurrido en París, Berlín, Roma, Turín, Chicago, Londres, Barcelona y Berkeley, cuyos protagonistas también eran estudiantes.
Otra parte de ese contexto tenía que ver con que el gobierno mexicano preparaba los Juegos Olímpicos, los primeros que se celebraban en un país de América Latina.
Al cumplirse 40 años del inicio de esa irrupción estudiantil en la vida nacional, en un movimiento sin el cual no puede entenderse el desarrollo político, social y cultural de México en los años recientes, La Jornada ofrece a sus lectores, a partir de hoy, una serie en la cual contaremos la historia de lo sucedido entre el 22 de julio y el 2 de octubre de aquel año. La novedad del material que publicaremos es que mucha de la información proviene de documentos oficiales resguardados por el Archivo General de la Nación y que fueron obtenidos de la Procuraduría General de la República (PGR) mediante una solicitud de información pública.
El inicio: falta de libertades
En julio de ese año se conjuntaron intereses políticos, económicos, diplomáticos y militares para enfrentar lo que en el discurso oficial se definió como una “conjura comunista que buscaba desestabilizar al gobierno y entorpecer la justa olímpica”.
Los documentos oficiales evidencian que la movilización del 68 se inició y creció, además de por la cerrazón gubernamental y la falta de libertades democráticas que caracterizaban al régimen autoritario priísta de esos años, por las incesantes provocaciones y la represión policiaca en contra de los estudiantes, fundamentalmente universitarios y politécnicos, que se dio a partir del 23 de julio.
El Libro Blanco del 68, elaborado en aquellos años por la PGR, que contiene la versión oficial de lo sucedido, asegura que “el detonador” del conflicto fue que “algunos grupos de estudiantes y otras personas celebraban en la ciudad de México los aniversarios del 26 de julio de 1953, fecha de ataque al cuartel Moncada de La Habana, y que dio su nombre al movimiento revolucionario cubano”.
Según la autoridad, “esas conmemoraciones fueron precedidas, muy frecuentemente, por determinados disturbios o actos tumultuarios de protesta que evaden (sic) el marco de la simple celebración”.
El documento refiere que “en julio de 1966 y en julio de 1967 grupos estudiantiles y algunos miembros de organizaciones políticas de extrema izquierda, simpatizadores de la Revolución Cubana, aprovecharon la fecha para suspender temporalmente las clases en varios planteles de educación superior, capturando autobuses urbanos, provocando diversos desórdenes públicos y motivando así encuentros con la policía de la ciudad, aunque sin lograr mayores consecuencias”.
De acuerdo con dichos informes oficiales, en ese contexto ocurrieron los enfrentamientos del 22 y 23 de julio entre estudiantes de las vocacionales 2 y 5 del IPN contra los alumnos de la preparatoria Isaac Ochoterena, incorporada a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); en ellos tuvieron lugar actos de provocación perpetrados por las pandillas Los Ciudadelos y Los Araños, liderados por los porros Mario Ramírez, El Fish, y Santiago Alfonso Torres Saavedra, El Johnny, así como por la misteriosa intervención de un grupo de jóvenes ataviados con uniformes desecundaria, que más tarde se sabría que formaban parte del grupo que posteriormente se conoció como los halcones.
El 23 de julio los granaderos provocaron durante varias horas a los alumnos del Politécnico. Los uniformados lanzaron bombas de gas lacrimógeno y golpearon a estudiantes, profesores y empleados de las vocacionales. Los informes gubernamentales niegan que hayan ocurrido dichas agresiones policiacas.
Al día siguiente del enfrentamiento, el diario Excélsior publicó una nota que llamó la atención, en la cual se informaba que, mediante un boletín de prensa, la UNAM advirtió que “una revista extranjera, un periodista local y rumores de grupos con intereses manifiestos” iniciaron un “campaña contra la autonomía universitaria”, señalando, entre otras cosas, que “las universidades en Iberoamérica son como campos de entrenamiento de agentes subversivos”.
El 26 de julio, los estudiantes politécnicos agrupados en la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos (FNET) realizaron una marcha para protestar por la represión de los días anteriores contra alumnos de las vocacionales 2 y 5. Ese mismo día, integrantes de la Central Nacional de Estudiantes Democráticos (CNED) y de la Juventud Comunista convocaron a una marcha y un mitin para conmemorar el 15 aniversario del asalto al cuartel Moncada, que dio inicio a la revolución cubana.
Según la PGR, luego de lo sucedido en la Ciudadela, “en la mañana del 26 de julio, líderes de la Juventud Comunista y de la CNED determinaron (…) enviar grupos de choque a la manifestación del Politécnico para provocar desórdenes, a fin de que tuviera que intervenir la policía y en esta forma se agravara el problema existente entre ésta y los estudiantes del Instituto Politécnico Nacional”.
La movilización de la FNET concluyó sin incidentes, pero algunos de sus integrantes se sumaron al acto de la CNED y exhortaron a éstos a marchar hacia el Zócalo, enfilando por las calles de Madero y 5 de Mayo. Al hacerlo estaban avanzando hacia una trampa, pues los granaderos le cerraron el paso a la vanguardia en la calle de Palma y a la retaguardia en la avenida San Juan de Letrán (hoy Eje Central Lázaro Cárdenas), mientras otros grupos de policías se lanzaban contra ellos desde calles perpendiculares a la ruta de la movilización.
En el centro de la ciudad se dieron múltiples choques entre policías y estudiantes, especialmente en los alrededores de las preparatorias 1 y 3, donde se habían refugiado algunos estudiantes que participaron en la marcha de la FNET.
Durante la noche, agentes de la Dirección Federal de Seguridad y del Servicio Secreto allanaron las instalaciones del comité central del Partido Comunista. Detuvieron a varios de sus dirigentes y en otros puntos de la ciudad a una estadunidense, un puertorriqueño y un peruano. El gobierno diría más tarde que los comunistas recibían adoctrinamiento del extranjero para desestabilizar al régimen.
El Libro Blanco del 68 añade que el presidente Díaz Ordaz ordenó al Ejército, después de varios días de enfrentamientos entre estudiantes y policías, contener los “desórdenes” el 30 de julio, a solicitud de Luis Echeverría Álvarez y Alfonso Corona del Rosal, entonces titulares de Gobernación y del DDF, respectivamente.
La participación militar fue, según la versión oficial, “en auxilio de la Policía Preventiva” y en atención a “la agresividad de los estudiantes y la incapacidad de los granaderos” para controlar “los desmanes”.
Así, los mandos de las fuerzas del Estado que se involucraron en el conflicto eran mayoritariamente militares con grado de general y, aunque con distintos matices, todos eran anticomunistas:
El DDF era dirigido por el general Corona del Rosal; la policía estaba a cargo de Luis Cueto Ramírez y Raúl Mendiolea Cerecero; el coronel Manuel Díaz Escobar encabezaba la Subdirección de Servicios Generales del DDF, en la cual creó un “grupo especial de vigilancia para instalaciones estratégicas como el Metro”, que luego se convertiría en los Halcones; Luis Gutiérrez Oropeza estaba al frente del Estado Mayor Presidencial (EMP) y formó el llamado Batallón Olimpia, grupo integrado por militares y policías que, vestidos de civil, al final del movimiento se encargarían de detener a estudiantes el 2 de octubre en Tlatelolco; Marcelino García Barragán se desempeñaba como secretario de la Defensa Nacional y Mario Ballesteros Prieto e la jefatura del estado mayor de esa dependencia; este último era uno de los encargados de las operaciones castrenses en la capital del país.
En ese entonces la radio comercial transmitía música de los Beatles, los Rolling Stones, los Doors, Bob Dylan, Joan Báez, Simon y Garfunkel, pero también de Rocío Durcal, Angélica María, Los Teen Tops, Los Rebeldes del Rock, Los Camisas Negras y Roberto Jordán.
En las artes plásticas se consolidaba la llamada Generación de la Ruptura, integrada, entre otros, por José Luis Cuevas, Rufino Tamayo, Manuel Felguérez, Pedro Coronel y Remedios Varo, quienes desde 1957 impulsaban un cambio en el arte del país para romper con la Escuela Mexicana de Pintura, corriente artística en la que participaban, principalmente, los muralistas.
Ataque en San Ildefonso
La madrugada del 30 de julio, soldados de la primera Zona Militar penetraron en las preparatorias 1, 2, 3 y 5 de la UNAM y en la vocacional 5 del IPN. En un hecho desmedido y sin precedente, los militares dispararon una bazuka contra el portón de San Idelfonso.
Al día siguiente se realizó un mitin frente a la rectoría de la UNAM, en el cual Javier Barros Sierra –cabeza de la institución– leyó un documento en el que condenaba la violación de la autonomía universitaria. El primero de agosto, el rector encabezó una manifestación de Ciudad Universitaria a Félix Cuevas, a la cual se sumaron estudiantes de Chapingo, del IPN y de la Normal de Maestros.
El 4 de agosto los estudiantes dieron a conocer su pliego petitorio de seis puntos, en el que exigían libertad de los presos políticos; destitución de los generales Luis Cueto y Raúl Mendiolea; desaparición del cuerpo de granaderos; derogación de los artículos 145 y 145 bis del Código Penal, relacionados con el delito de disolución social; indemnización para los familiares de los muertos y heridos, víctimas de la agresión del 26 de julio en adelante, y el “deslindamiento de responsabilidades de los actos de represión y vandalismo por parte de las autoridades por conducto de la policía, granaderos y Ejército”.
El 5 de agosto los estudiantes politécnicos desconocieron a la FNET como su representante y constituyeron el comité de huelga del IPN. Tres días después se conformó el Consejo Nacional de Huelga (CNH), con 210 representantes, tres por cada escuela del IPN, la UNAM, Chapingo y la Nacional de Maestros. Se decidió que esa organización sería “el único interlocutor legítimo ante el Estado”.
La violencia fue en aumento, los estudiantes eran reprimidos por policías en cuanto los sorprendían realizando mítines relámpago, haciendo pintas o boteando, es decir, pidiendo ayuda económica de la población para sostener el movimiento. No obstante la pluralidad de corrientes que participaban en el CNH, se pudieron organizar movilizaciones multitudinarias a partir del 13 de agosto y se logró, además, que el Consejo Universitario apoyara sus demandas; lo mismo hicieron intelectuales, maestros y padres de familia.
El 27 de agosto las negociaciones con las autoridades no avanzaban y se realizó una manifestación que llegó al Zócalo. Los estudiantes tocaron las campanas de Catedral e izaron una bandera rojinegra en el asta bandera, frente a Palacio Nacional. Centenares de jóvenes decidieron permanecer en el Zócalo en demanda de diálogo público con el presidente Díaz Ordaz, pero la madrugada del día 28 fueron desalojados por policías y un contingente de infantería a bordo de tanquetas. Un total de 300 personas fueron detenidas. Al día siguiente, en un presunto acto de desagravio a la bandera, se dio una curiosa e inesperada rebelión de burócratas, que habían sido acarreados al Zócalo, quienes gritaban: “Somos borregos, beee, beee”.
El primero de septiembre, durante su cuarto Informe de gobierno, Díaz Ordaz advirtió que utilizaría “mano dura” contra el movimiento. El día 13 los estudiantes organizaron la que se conoció como la Marcha del Silencio, del Museo de Antropología al Zócalo, en la cual se calcula que participaron 300 mil personas, número insólito para una movilización en esos tiempos.
Cinco días después, el Ejército tomó Ciudad Universitaria y para el día 24 los militares se apoderan de los principales planteles del IPN ubicados en el casco de Santo Tomás y Zacatenco. El Libro Blanco del 68 de la PGR agrega que si el IPN hubiera sido “ocupado por sorpresa, como aconteció en Ciudad Universitaria, no hubieran tenido que lamentarse muertos y heridos”.
El gobierno consideró que esa acción había sido “justa, y que permitir que las escuelas se convirtieran en arsenales y reductos de motineros sólo daba ocasión a que aquéllos se sintieran fuertes y prolongaran el conflicto”.
El 22 de septiembre el rector Barros Sierra presentó su renuncia ante el Consejo Universitario debido a la ocupación militar de Ciudad Universitaria y de otras escuelas de la UNAM. El 27, la retiró y tres días después el Ejército entregó Ciudad Universitaria.
Una vez reabierta la máxima casa de estudios, el CNH ofreció una conferencia de prensa en la cual reiteró que el movimiento nunca se había propuesto boicotear los Juegos Olímpicos y que continuaría la huelga estudiantil hasta ver cumplido su pliego petitorio.
El primero de octubre se acordó realizar un mitin al día siguiente en Tlatelolco y luego marchar hacia el casco de Santo Tomás con la intención de pedir la salida del Ejército de las instalaciones del IPN.
A las cinco de la tarde del 2 de octubre se inició el mitin. Se calcula que había más de 8 mil personas en la Plaza de las Tres Culturas. Entre las 18:10 y las 18:15 horas, “dos helicópteros sobrevuelan el lugar y son disparadas dos luces de bengala. Casi al mismo tiempo, desde el edificio Chihuahua un francotirador dispara una ráfaga de arma semiautomática”. Comenzó la matanza. Aún hoy no se conoce con precisión el número de muertos. Centenares de estudiantes fueron llevados, entre otros lugares de detención, al Campo Militar número uno y luego consignados por diversos delitos.
En 1969, Díaz Ordaz se responsabilizó de lo sucedido, durante la lectura de su quinto Informe de gobierno. Luis Echeverría lo sucedería en el cargo.
Ya durante el gobierno de Vicente Fox, en 2000, se creó la llamada Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado. El 4 de enero de 2002 se iniciaron las investigaciones encaminadas a esclarecer, entre otros asuntos, los sucesos del 68.
A la fecha únicamente se encuentra sujeto a proceso penal por el delito de genocidio el ex presidente Luis Echeverría. Sin embargo, está en trámite una petición de amparo contra esa determinación judicial.
¡TODO EL PODER AL PUEBLO!
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sábado, 26 de enero de 2008
Una política de choque
Manuel Aguilar Mora,
En México el año conmemorativo del 40 aniversario del heroico
Movimiento Estudiantil-Popular de 1968, desgraciadamente conocido al
nivel mundial ante todo por su trágico final con motivo de la masacre
de Tlatelolco del 2 de octubre, se ha iniciado con anuncios muy
evidentes de confrontaciones sociales entre el gobierno reaccionario y
proimperialista del segundo presidente del PAN, Felipe Calderón y el
amplio movimiento de masas trabajadoras y populares que terca y
firmemente vienen resistiendo los planes de los capitalistas
“nacionales” de convertir a México en una colonia anexada al vecino
del norte.
Decisiones fundamentales tomadas por el presidente impuesto por el
escandaloso fraude del 2 de julio de 2006, en los primeros días del
año confirman las tendencias de un curso político desnacionalizador y de entrega cruda e incondicional que los gobiernos neoliberales vienen aplicando desde hace más de 25 años. Al parecer este año se darán acontecimientos decisivos de esta confrontación histórica que ha
definido la lucha de clases de México en dicho periodo.
Precisamente en los primeros días del nuevo año se han registrado
acontecimientos que subrayan la profundización de una tendencia cada
vez más agresiva y de preparación de grandes ataques a las conquistas
populares. Así las consecuencias de la descomposición del régimen y su
confrontación con la resistencia popular se agravarán.
Dos procesos destacaron con mucho en los días iniciales de enero
de 2008. En primer lugar, una serie de actos que señalan una mayor
demostración de cerrazón del gobierno de Calderón. Aquí el despido de
Carmen Aristegui de la XEW radio, una notable periodista crítica de
acciones represivas del gobierno, cuyo programa en dicha radiodifusora
se había convertido en uno de los más escuchados del país, es
ominosamente sintomático de la política de censura y domesticación
completa de los medios de difusión a la propaganda gubernamental que
impone el gobierno derechista. En este acto de represión de la
libertad de expresión de los medios de comunicación de masas,
Calderón, cuya antipatía hacia la mencionada periodista ya era
ampliamente conocida, contó con la complicidad de los dueños de la
estación radiofónica: Televisa y el grupo transnacional de origen
español PRISA (editor del diario El País y propietario de empresas del
más variado rango, en especial de un enorme emporio editorial que
publica millones de libros en España y América Latina, ante todo
debido a sus conexiones gubernamentales). Ante el escándalo mediático
provocado por el caso, Televisa anunció públicamente que el despido de
Aristegui no era de su responsabilidad, achacándole toda ella a su
socio el grupo PRISA. Extraña sociedad en que no existe acuerdo de los
integrantes.
Dentro de este proceso podemos incluir los cambios gubernamentales
con los que se inició el año. De ellos, por supuesto, el emblemático y
más significativo es el que tuvo lugar en la Secretaria de Gobernación
en donde Juan Camilo Mouriño, un íntimo colaborador de Calderón,
sustituyó al incapaz y represor Francisco Ramírez Acuña, ex gobernador
de Jalisco cuyo único merecimiento en realidad era el haber sido quién
destapó a Calderón como candidato presidencial del PAN en su rancho.
La llegada a la primera escena de la política nacional del joven
(tiene 36 años) hijo de uno de los más ricos propietarios de
gasolineras del país y de empresas energéticas, de origen español y
notorio prestanombres del ex presidente Fox, es una señal más que
inequívoca de los planes privatizadores de Pemex, la CFE y la compañía
LyFC, crudamente demostrados con esta nominación. El nuevo secretario
tiene el agravante de que su nacionalidad mexicana está en entredicho
y sólo se basa en declaraciones de que su madre fue mexicana y que el
día de su nacimiento en Madrid, España, fue registrado en el consulado
mexicano de la ciudad. Un auténtico escándalo que sólo los insensibles
y descaradamente proimperialistas políticos panistas que hoy gobiernan
el país se hubieran atrevido a realizar.
Ciertamente que la proverbial torpeza política de Ramírez Acuña
había sido más que demostrada en el año en que ocupó la vieja casona
de Bucareli en la Ciudad de México, la cual en la mayor parte del
tiempo de su estancia se mantuvo rodeada por legiones de granaderos
que la “protegían” de las manifestaciones de protestas de maestros,
campesinos y pueblo en general. Mouriño, cuyas vinculaciones con el
reaccionario y derechista Partido Popular español han salido a flote,
no es menos partidario de una política férrea y antipopular que el
crudo ranchero que ha sustituido. Su acervo es su mayor cercanía con
Calderón y sus vinculaciones con las transnacionales españolas que
están en la primera fila de los postores que esperan ansiosos la
completa privatización de PEMEX
Mouriño tiene la tarea de lograr el acuerdo con el PRI y con los
que en el PRD están dispuestos a colaborar con las contrarreformas
fundamentales que los capitalistas nacionales y extranjeros exigen al
gobierno: la energética y la laboral, fundamentalmente. En el PRI está
ya acordada mayoritariamente la entrega de parte de Pemex a los
capitales privados. En el PRD está latente una división que Mouriño
tiene el encargo de acelerar. Igualmente con los líderes sindicales
será necesario llegar a un acuerdo que las posturas cavernícolas de su
antecesor impedían.
Resistencia popular
A la cerrazón reaccionaria que se da en el gobierno federal
panista corresponde del lado opuesto una revitalización de la
resistencia popular. Este es el otro proceso que ha destacado
rápidamente apenas entrado el año. Dos grandes expresiones de este
malestar popular que se manifiestan en movilizaciones y huelgas son
las del movimiento campesino y la de los trabajadores mineros.
En este año está calendarizada la desregulación completa de la
economía agropecuaria en el clausulado del Tratado de Libre Comercio
de América del Norte (TLCAN). Durante más de diez años se ha venido
preparando esta desregulación total con los resultados terribles que
se conocen: miseria atroz, desempleo creciente, emigración millonaria
a las ciudades y a Estados Unidos (EUA) de la población del campo
mexicano (¡más de tres millones durante el sexenio foxista!) “El campo
no aguanta más”, “Sin maíz no hay país, ni tampoco sin frijol”, son
los emblemas de un movimiento heterogéneo en el que incluso participan
líderes venales, pero que el des-contento y la urgencia y emergencia
de la situación en que encuentran sus vidas, obligan a las fuerzas
campesinas a movilizarse. Lo que está en juego es, ni más ni menos su
existencia misma. Diversas iniciativas de diferentes organizaciones
están preparándose y se desarrollan desde hoy. Destaca, por ejemplo,
la marcha campesina en defensa de la soberanía y contra el TLC que
partió hace unos días desde la frontera en Ciudad Juárez hacia la
Ciudad de México para participar en la gran manifestación que se
preparar para el 31 de enero.
El otro gran movimiento que ha despuntado es el de los
trabajadores, ejemplificado por su sector minero. Desde 2006 el
conflicto de la dirección del Sindicato Nacional de Trabajadores de
Mineros, Metalúrgicos y Siderúrgicos de la República Mexicana
(SNTMMSRM) con el gobierno de Fox, que obligó a su líder Napoleón
Gómez Urrutia, a refugiarse en EUA, inició un proceso de
radicalización de los sectores más combativos. En enero, iniciada con
el ejemplo de los mineros de Cananea, Sonora, más diez mil mineros en
toda la república, del norte y centro del país, realizaron una huelga
parcial que cimbra a las burocracias del Sindicato y de la Secretaria
del Trabajo y que representa un difícil reto para Calderón y su nuevo
secretario de Gobernación.
Días decisivos
La manifestación del 31 de enero anunciada por diversas
organizaciones, destacadamente por el bloque que agrupa las fuerzas
que han venido luchando desde 1999 contra la privatización de la
industria energética (¡el petróleo y la electricidad!), en donde el
Sindicato Mexicano de Electricistas es protagonista central, se ha
visto reforzado con la posición de Andrés Manuel López Obrador (AMLO)
que convoca igualmente a una movilización popular conjunta para
impedir la privatización total de Pemex.
AMLO en sus innumerables y constantes mítines que viene
organizando en su campaña de denuncia del gobierno impostor de
Calderón por toda la República, ha expresado en declaraciones
fulminantes su absoluta oposición a los planes oficiales ya bien
preparados de votar en el Congreso las contrarreformas que “legalicen”
las mencionadas privatizaciones. Señaló como “traidores a la patria”,
además de Calderón y su impuesto Mouriño, a los líderes del Congreso
Santiago Creel, Manlio Fabio Beltrones, Emilio Gamboa Patrón y al
presidente de la Comisión de Energía del Senado, Francisco Labastida
Ochoa, el encargado de presentar el proyecto privatizador para su
aprobación por el PRIAN, como se llama popularmente a la coalición de
facto que integran el PRI y el PAN en el Congreso de la Unión cuando
se trata de poner en práctica las políticas propuestas por el FMI, el
BM y el propio gobierno de EUA.
También prometió, textualmente, “movilizar a todo el pueblo de
México” contra la ominosa privatización de la industria energética que
se anuncia. 2008, un año de conmemoraciones históricas, incluye el 70
aniversario de la nacionalización de la industria petrolera realizada
por el presidente Lázaro Cárdenas el 18 de marzo de 1938. Para ese día
conmemorativo se preparan cientos miles de organizaciones de todo el
país para manifestarse contra los planes del gobierno panista, aliado
con el PRI. AMLO ha convocado a una movilización gigantesca para ese
día que se propone adelantar si la alianza de Calderón y el PRI
intentan aprobar su ley privatizadora antes del 18 de marzo.
La tradición populista de la Revolución Mexicana que determinó la
política del país durante todo el siglo XX, se niega a morir. La
traición del PRI a su propia trayectoria y la soberbia y arrogante
postura de los tecnócratas y burócratas gobernantes panistas que,
obedientes e insensibles, aplican a ciegas y cada vez más recurriendo
sólo a la represión, los dictados de las finanzas imperialistas, han
polarizado las posturas en la vida política nacional.
Ciertamente, el ejemplo más notable de esta supervivencia
populista es el propio AMLO y el heterogéneo movimiento que encabeza.
Esta contradicción evidente, está vigente y es la causa de la gran
confusión ideológica prevaleciente en el momento actual, confusión que
se agrega al desastre de la izquierda política tradicional. AMLO es un
dirigente que viene del PRI, al cual abandonó después de 1988, o sea,
participó todavía como priista en el año del quiebre histórico de este
partido. Posteriormente, integrado al PRD (que se fundó en 1989),
destacó cada vez más hasta convertirse en el líder que opacó y
desbancó al así considerado dirigente histórico y “moral”, Cuauhtémoc
Cárdenas. Desde 2003, AMLO se convirtió en la figura política más
importante del país después del presidente, precisamente como
depositario y encarnación de esa tradición rota brutalmente por los
neoliberales desde los años ochenta.
Los principales dirigentes del bloque que apoya a AMLO, centrado
en el PRD, el llamado Frente Amplio Progresista, son en su abrumadora
mayoría antiguos y conspicuos priistas. Esta situación, en la que AMLO
se desenvuelve naturalmente, es indudablemente el factor negativo
definitorio de una contradicción que estallará irremediablemente. Sólo
un amplio, intransigente y decidido movimiento del pueblo mexicano
contra la política del imperialismo y sus socios nacionales podrá
conseguir el triunfo. Para ello, esta dirección actual de antiguos
priistas no sólo es por completo inadecuada, lleva en su seno la
semilla de la traición.
AMLO ha designado como líder del bloque FAP a Porfirio Muñoz Ledo,
un viejo político que lleva cincuenta años participando en el
estira-y-afloja de las cúpulas gobernantes federales. Muñoz Ledo ha
sido de todo: funcionario burocrático, secretario de Estado con los
presidentes Echeverría y López Portillo, presidente del PRI, embajador
en la ONU y en la Unión Europea, fundador del PRD, diputado y senador
por este partido y antes de aliarse con AMLO, había sido jefe del
proyecto de “Reforma del Estado” y embajador del gobierno de Fox.
¿Será posible que este personaje pueda ser el dirigente, sólo inferior
a AMLO, del movimiento popular que se anuncia? Obviamente que no.
La contradicción está allí y estallará. La decisión de AMLO, pues
él es quien determinó que Muñoz Ledo fuera el coordinador del bloque
del FAP, se inserta en esta contradicción. En uno de los mítines
multitudinarios en el Zócalo de la Ciudad de México de la movilización
contra el fraude de 2006, se constató el repudio sonoro y escandaloso
de cientos de miles de asistentes a Muñoz Ledo cuando tomó la palabra.
AMLO, quien lo había invitado al micrófono, debió también retirarlo
ante la protesta multitudinaria.
Es en este ambiente contradictorio en el que van surgiendo nuevas
protestas, se consolidan otros procesos anteriores y se gesta en la
población de la nación un descontento cada vez mayor, en donde actúan
los grupos socialistas y revolucionarios, promoviendo su programa y
tejiendo su organización, programa y organización democrática,
independiente e internacionalista cuya presencia será fundamental para
garantizar el éxito de las luchas que se avecinan en México.
México, D.F. 23 de enero de 2008
¡TODO EL PODER AL PUEBLO!
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Etiquetas: 68, Represion, Revolucion social